El desprecio de las leyes se hace sentir
Insensiblemente, sin apercibirse de ello.
Platón
Por Efraín Moreno Arciniega
En la obra de William Shakespeare “El Mercader de Venecia”, como sabemos, el judío Shylock le exigía al Dux de Venecia aplicar la ley a Antonio, el mercader de Venecia, por incumplimiento del pago de tres mil ducados en la fecha acordada.
El castigo, según lo pactado era “una libra de carne del cuerpo de Antonio”; obviamente, como se han de imaginar, el judío quería esa libra de la carne del corazón de Antonio a quien odiaba.
Ya para entonces, Antonio contaba con el dinero, incluso le ofrecía hasta el triple del dinero adeudado; pero el judío estaba necio en el incumplimiento de lo pactado; y solo quería ver morir a Antonio.
El Dux se declara incompetente para resolver el caso y manda llamar a un jurista prestigiado de Florencia.
Llega el jurista, conoce del caso, y he aquí lo que resuelve:
Juez: Pues el plazo ha vencido, y por ley el judío puede exigir su libra de carne, que ha de cortarle al mercader lo más cerca del corazón. Aunque puede haber clemencia, si el judío acepta la oferta de Antonio que es pagar tres veces en dinero lo que se adeuda.
Judío: Dictad sentencia. (El judío no aceptó el dinero ofrecido; no fue clemente; solo quería su libra de carne).
El juez: Pues bien; mi sentencia es esta: “Ofreced señor Mercader Antonio su pecho al cuchillo del señor; la ley de Venecia debe cumplirse”. Señor Judío, tuya es la libra de carne de este mercader: lo concede el Tribunal y lo concede la ley.
Ante esta sentencia el Judío exclamó eufórico:
¡Ah.., noble juez! ¡Ah.., dignísimo joven!
¡Ah.., Juez íntegro y sabio!
¡Todo era alegría para el judío! Hasta ese momento la ley y el tribunal le daban la razón en su querella contra el Mercader Antonio.
El problema vino después para el Judío cuando el juez y el tribunal siguieron analizando el caso.
Juez: Un momento: hay algo más.
El contrato no te da ni una gota de sangre: dice expresamente: “Una libra de carne”
Conque llévate lo tuyo, tu libra de carne; mas si al cortarla viertes una gota de sangre Cristiana, tus tierras y tus bienes será confiscados según las leyes de Venecia en favor del Estado.
Judío: ¿Esa es la ley?
Juez: Lee el decreto tú mismo.
¡Ya que pides justicia, ten por cierto que tendrás más justicia de la deseas!
El Judío al verse acorralado dijo:
Judío: ¡Entonces acepto la oferta! ¡Pagadme tres veces la deuda!
Juez: Despacio: ¡Usted tendrá la justicia que demanda!
¡Tendrá la sanción y nada más!
¡No viertas sangre, ni cortes más o menos de una libra de carne!
¡Si se inclina en un pelo el fiel de la balanza morirás y todos tus bienes serán confiscados!
Judío: Devolvedme mi dinero y dejad que me vaya.
Juez: Ante este tribunal lo has rechazado.
¡Tendrás solo justicia y sanción!
Judío: ¿No vais a darme mi dinero?
Juez: ¡Tendrás solamente la sanción!
Judío: ¡Pues que el diablo se la conserve!
¡No pienso seguir oyendo!
Juez: En este caso Judío te informo:
Según consta en las leyes de Venecia, si se demuestra que algún extranjero atenta, por
medios directos e indirectos, contra la vida de cualquier ciudadano, la mitad de sus bienes
pasará a la parte amenazada, la otra mitad se ingresará a las arcas del Estado; y la vida del
culpable quedará a merced del Dux.
¡Este es tu caso y esta es la sentencia de este Tribunal para ti!
De esta forma, el odio que el Judío le tenía al Mercader Antonio lo condujo a perderlo todo: dinero y vida; según nos cuenta en esta extraordinaria obra William Shakespeare. Al final el Dux de Venecia le perdonó la vida, pero sí quedó en la miseria el Judío.
Las preguntas que podemos hacernos al respecto son, entre otras:
Sí este Tribunal de Venecia hizo Justicia.
Si el fallo dictado fue lo justo.
Justo para el Judío; y justo también para el Mercader Antonio.
O si la justicia solo recae en quien recibe el fallo favorable del Tribunal.
La historia de occidente registra este debate sobre lo que es la justicia por la primera vez con Platón. Así lo señala en el “Libro IV” de su gran obra “la República”.
Allí nos dice; y esto me voy a permitir hacer una paráfrasis, lo siguiente:
El punto consiste en saber, primeramente, ¿Qué es la Justicia?
Para determinar en seguida, a partir de dicha definición; cuándo un Estado cualquiera es un Estado con justicia.
En este sentido, solo podemos decir que un Estado, es un Estado con justicia, cuando éste ha alcanzado niveles de perfección máxima.
Afirmamos que un Estado alcanza niveles de perfección máxima, cuando los Ciudadanos que lo conforman, de acuerdo a la tarea que en el mismo realizan, tienen las virtudes de la Prudencia, la Fuerza y la Templanza; la prevalencia y práctica de estas tres virtudes, conduce al Estado a una cuarta virtud que es la Justicia.
De esta forma es como decimos que se tiene un Estado Justo.
La virtud de la Templanza, la cual no es otra cosa sino el control de los vicios del alma y del cuerpo por el uso de la razón; es propia, en estos Estados Perfectos, de Todos sus Ciudadanos: Magistrados, Guerreros, Artesanos y Labradores.
La virtud de la Fuerza es propia de los Guerreros.
Mientras que la virtud de la Prudencia es propia e imprescindible de los Magistrados del Estado; pues esta virtud deriva de la Sabiduría.
Si un Magistrado no posee Sabiduría, no está preparado para el ejercicio de dicha función; cometiendo un daño funesto a la sociedad y un crimen de Estado, pues los fallos que dicte para resolver las diferencias entre particulares no van a impedir la violación de los derechos que tienen Todos los Ciudadanos; que es lo que llamamos Justicia.
Solo Magistrados con Sabiduría pueden elaborar y conservar las leyes que ocupa el Estado; cuando éstos no tienen la virtud de la Prudencia, les da por aprobar leyes y reglamentos sin sentido, pensando que con ello se puede tener un Estado Perfecto; actuando de esta forma, porque no pueden distinguir, en su incapacidad, las leyes buenas que ocupan los Ciudadanos, que son fundamentalmente aquellas que evitan que nadie se apodere de bienes ajenos y que a nadie se le prive de los propios.
Todo esto viene a relación ahora que el Gobierno Mexicano está llevando a cabo una reforma a todo su Sistema Judicial, convencido de que con ella mejorará la justicia para cada uno de los mexicanos.
Para Platón, esta Reforma Judicial inició mal cuando el actual Congreso aprobó la inconstitucionalidad de ampararse contra Reformas Constitucionales aprobadas; cuando decía:
¿No es esta la conducta que observan los Estados mal gobernados, cuando prohíben a sus ciudadanos, bajo pena de muerte, tocar a la Constitución?
Algunos Magistrados creen que con hacer leyes y reglamentos el Estado alcanzará la perfección, cuando de lo que se trata es conservar y hacer solo leyes buenas.
Solo el tiempo nos dará la respuesta de ello.
¡Un saludo para Todos!