
Interrumpí mi educación cuando me fui a la escuela
Gabriel García Márquez
Por Efraín Moreno Arciniega
La madre del gran Gabo le insistía: tú padre quiere que vuelvas a la Escuela de Derecho, ¿qué le digo?
Dígale madre, le contestaba el Gabo, que no lo voy a hacer.
Y efectivamente, Gabriel García Márquez nunca más regresó a la Escuela de Derecho en la Universidad Nacional de su natal Colombia. Él quería ser escritor; y lo logró; fue uno de los grandes escritores de las letras de Hispanoamérica.
De su primer libro “La Hojarasca”, hasta su novela “Cien años de soledad”; traducida ésta última a todas las lenguas del mundo, y que le hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en el año de 1982.
El no tener un grado universitario no le impidió ser reconocido por la Comunidad Universitaria internacional.
Comunidad que le entregó premios en los que destacan:
El premio internacional Neustadt de literatura por la Universidad de Oklahoma.
El Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Columbia de New York.
Entre otros.
Dándose el lujo de rechazar el Doctorado Honoris Causa que le ofrecía la Soborna de París.
Este último reconocimiento le fue ofrecido a García Márquez cuando éste ya había ganado el Premio Nobel de Literatura en 1982, declinando esta distinción porque él ya había decidido no aceptar un reconocimiento más ante la imposibilidad de atender a todos los que se le ofrecían.
Otro ejemplo de estos genios que no tuvieron un grado académico universitario y que, pese a esta limitante, fueron reconocidos por todo el mundo por sus grandes obras y creaciones, es el caso de del gran Jorge Luis Borges. El argentino que dio a conocer a todos, la grandeza de las letras hispanoamericanas. Todavía se recuerda el deslumbramiento que causó en Europa con aquellas conferencias que dictó Borges en París, en un francés muy puro, sobre William Shakespeare, y donde mostró un conocimiento profundo de la vida y obra de éste.
Borges pierde la vista en la educación media superior; lo que quiere decir que no pudo terminar formalmente su licenciatura; sin embargo, pese a ello, ciego y todo, tuvo los más grandes reconocimientos de las Universidades más prestigiadas del mundo; señalo sus Doctorados Honoris Causa, según la página oficial del Instituto Miguel de Cervantes:
Doctor Honoris Causa por la Universidad de los Andes en 1963
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Columbia en 1971
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Yale 1971
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford en 1971
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Michigan en 1972
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Santiago de Chile en 1976
Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Sorbona de París en 1977
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Harvard en 1981
A todo esto, hay que agregarle innumerables reconocimientos académicos que tuvo por todo el mundo.
Una vida muy productiva la de Borges en sus 87 años de existencia, de los cuales vivió 36 de ellos completamente ciego.
Jorge Luis Borges, es el autor de uno de los poemas más hermosos del mundo al que intituló “El Golem”; donde nos habla de dos grandes problemas filosóficos:
El problema de la Creación del hombre; que es precisamente lo que quiere decir en hebreo Golem: el ser hecho de barro;
Y, El problema de la interpretación de la realidad.
En la construcción de este poema, Borges nos muestra su extensísima cultura al emplear en el mismo: el Diálogo de Platón “El Crátilo”; una leyenda hebrea de Praga; y la famosa novela homónima de Gustav Meyrink.
He aquí este hermoso poema:
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
«esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.»
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ‘¿Cómo’ (se dijo)
‘pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?’
‘¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?’
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
De verdad, un poema este extraordinario.
Hablamos así, de dos genios de la literatura universal: El gran Gabriel García Márquez y el gran Jorge Luis Borges.
Ambos sin un posgrado académico, pero que hicieron en este campo lo que muchos nunca lograremos; aunque nos queda la satisfacción de ser parte de su generación y de admirarlos.
¡Un saludo lleno de aprecio para Todos!