marzo 28, 2024

>> Amalia Sánchez realiza dos sesiones de entrenamiento diarias. Aunque sabe que tiene que dormir ocho horas. Es muy complicado hacerlo.

Amalia Sánchez de la UNAM, ganó el Iron Man 70,3 en Hawái

Nunca luches contra el viento de Hawái. Una caída de la bicicleta significaría el fin de la competencia. Amalia Sánchez Albo sabía que ese era el momento más difícil de la Iron Man 70,3: 1,9 kilómetros de natación, 90 de ciclismo, y 21,1 de atletismo. Al vencer al viento también había vencido a sus demonios interiores… y a sus rivales.

Cruzar la meta: el alivio y la felicidad. En ese momento desconocía los resultados, estaba satisfecha con sus tiempos. Cuando llegó a su hotel se enteró por los mensajes en su celular que había ganado el primer lugar de su categoría en el Iron Man 70,3 y conseguido el pase para el Campeonato Mundial de Iron Man en Kona, Hawái (próximo octubre): 3,86 kilómetros de natación en aguas abiertas, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 kilómetros de carrera.

Su fortaleza es la natación, con esa parte de la prueba no tuvo ningún problema. Es nadadora desde los tres años. Y correr, aunque a pleno rayo del sol y en medio de un accidentado campo de golf, no le preocupaba. El reto mayor de la competencia comenzó meses atrás. Inicia, todos los días, sin excepción alguna, a las cinco de la mañana. Amalia Sánchez realiza dos sesiones de entrenamiento diarias. Aunque sabe que tiene que dormir ocho horas. Es muy complicado hacerlo. Combina el deporte de alto rendimiento con su trabajo en un despacho de arquitectos.

Desde que estudiaba en la Facultad de Arquitectura de la UNAM se repartía en dos actividades. En una de esas jornadas agobiantes le dijo a su mamá y a su entrenadora, Claudia Beristáin, que estaba pensando en dejar la escuela y dedicarse al deporte de tiempo completo. La respuesta que obtuvo es que si dejaba los estudios se olvidara del deporte.

“Siempre debes tener un Plan B en la vida”, le explicaron. No fue una estudiante de 10, el ocho era la constante. No le entusiasmaba la escuela, ella sólo quería hacer deporte. Con el paso del tiempo, se encariñó con su profesión. Uno de sus colegas arquitectos le dijo que admiraba su disciplina en el trabajo. Amalia tiene todo el apoyo del Despacho Mas Flores donde labora.

Trabaja ocho horas diarias que puede organizar de acuerdo a sus necesidades. Cuando tiene competencia se tiene que ausentar del trabajo. Las horas las paga después. El despacho le pagó el avión para la competencia de Hawái.

En su reloj está la imagen de su siguiente meta: la bandera de Sudáfrica, el siguiente Iron Man 70,3 y luego en octubre el Campeonato Mundial. Cuando suena la alarma a las cinco de la mañana, le basta ver su reloj para levantarse. Se compite diario. Y no sólo consiste en los entrenamientos, en las sesiones con su nutrióloga, psicólogo y entrenadores. Lo más difícil siempre está fuera de las pistas y de la alberca. Hay que multiplicarse para conseguir recursos. Los patrocinios no llegan solos. Y esta vez no es la excepción, cuenta con el pase a una de las competencias más importantes del mundo, pero aún faltan recursos. Amalia es una guerrera y volverá a ganar. Su sonrisa lo asegura.

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UNAM-Global

Daniel Francisco/Fotografia:

Erik Hubbard y Fredy Pastrana/Imagen

Edición: Francisco Medina

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